El Ecoparque de la ciudad de Buenos Aires (ex zoológico) trabaja con instituciones, universidades y organismos oficiales de 16 provincias argentinas en distintos programas de conservación de especies autóctonas, como el guacamayo correntino. En total, ya derivó más de 900 animales y devolvió otros 2.000 a sus hábitats naturales en distintos lugares de la geografía argentina.
Desde que el Jardín Zoológico municipal de la ciudad de Buenos Aires se convirtió en Ecoparque, 929 animales han sido derivados a destinos mucho más apropiados que una jaula en pleno corazón de una ciudad como Buenos Aires. Además, otros 2.115 han sido liberados en sus hábitats naturales dentro del país y más de 3.800 rescatados del tráfico ilegal de fauna, el mascotismo y otras situaciones de peligro.
Además de oficinas nacionales, el Ecoparque ya trabaja con instituciones, universidades y organismos oficiales de 16 provincias argentinas en distintos programas de conservación de especies autóctonas. Además de Corrientes, la lista incluye a Entre Ríos, Tucumán, Mendoza, Buenos Aires, Jujuy, Misiones, San Luis, San Juan, La Pampa, Córdoba, Tierra del Fuego, Salta, La Rioja, Santa Cruz y Río Negro. Y, prometen, va a ampliarse.
«A diferencia de un zoológico que tiene muchas especies y mucha cantidad de individuos, lo que hace el Ecoparque es especializarse en animales autóctonos que estén en peligro de extinción», dice Federico Iglesias, subsecretario del Ecoparque, a cargo de la transformación.
Iglesias y su equipo trabajan con 15 programas de protección de animales que están en sumo peligro de extinción. «Eso es muy importante porque somos el único ejemplo de un zoológico que tiene el 100 por ciento de su población dentro de un programa de conservación, ya no para mantenerlos cautivos, sino para liberarlos», dice orgulloso.
Además explica que están «reintroduciendo el tapir en Tucumán y Jujuy con la ayuda de instituciones locales y nacionales, como pueden ser universidades, el Conicet y hasta ONG locales». Y continúa con la lista: «Lo mismo hacemos con el guacamayo rojo en Corrientes, con los caracoles de Apipé, en el río Paraná, con el cardenal amarillo, que trabajamos con Río Negro y la provincia de Buenos Aires, y con el cóndor, que tiene una distribución enorme, que trabajamos con gran parte de las provincias del Noroeste, del Sur, y hasta del Atlántico como Río Negro, donde se lo considera extinto».
Iglesias razona: «Es muy importante señalar que somos la primera política pública en conservación de especies autóctonas con una mirada federal, para devolverle a la naturaleza lo que el humano le ha sacado. Y es una política pública que intenta entender que el ser humano es parte de un todo. Que no es el centro del universo. Y que hay que vivir de forma armónica, ya sea por ética, o inclusive por cuestiones racionales».
diario El Libertador