Con la cruz de Malvinas y para sanar heridas, partieron los excombatientes hacia la isla

Una delegación de 20 soldados correntinos que luchó en 1982, emprendió en la mañana del Viernes Santo el viaje al Sur para visitar las islas, rendir homenaje a sus camaradas caídos en combate y cerrar el círculo de una historia que aún duele. Estarán una semana recorriendo distintos puntos del lugar.

«Buen viaje»; «¿tenés todos tus papeles?»; «cuidáte pá»; «dale, una última foto, acá todos juntos»… Las diversas expresiones resonaron fuerte en el hall del aeropuerto Fernando Piragine Niveyro y la delegación de excombatientes correntinos no pasó desapercibida este viernes por la mañana al emprender el viaje a Malvinas, 41 años después de la guerra.

No era para menos. Porque se trata de una experiencia única para los malvineros que volverán a pisar las islas, brindar un homenaje a sus camaradas caídos en combate, recorrer los puestos en que lucharon y sanar heridas del alma de una historia que aún duele.

Con este objetivo, una veintena de exsoldados -llegados de distintos puntos de la provincia- emprendió ayer el viaje. Este el es tercero que se realiza con esta modalidad costeada por el Gobierno provincial como una acción enmarcada en una política de Estado: las anteriores fueron en 2018 y 2019, que también contemplaron 20 malvineros correntinos.

En este caso, el viaje se había postergado en 2020 y 2021 por la pandemia y el año pasado por algunas cuestiones diplomáticas. Por eso también es tan especial esta tercera incursión de nuevos excombatientes de Corrientes, después de tanta espera.

Así fue todo el clima que rodeó al inicio de la travesía. En principio, los viajantes se fueron nucleando desde horas tempranas del Viernes Santo en la plaza 25 de Mayo. Incluso antes de que saliera el sol llegaron progresivamente los distintos grupos de excombatientes y familiares hasta que a las 7:30 emprendieron el trayecto desde el puerto capitalino hasta el aeropuerto en un micro especial.

La emoción y la gran expectativa podía sentirse flotar en esa atmósfera particular que se generó dentro del colectivo. El mate compartido, entre butaca y butaca, fue tal vez el símbolo de amistad que más representó ese momento íntimo, de hermandad. Una que otra broma amenizaron el camino hasta el arribo al «Piragine Niveyro».